Los cactus son plantas crasas que generalmente no requieren de macetas muy grandes, pero al igual que otras plantas a medida que crecen necesitan ser trasplantadas para tener espacio suficiente y un sustrato renovado para su normal desarrollo. Dependiendo de la especie y de su crecimiento, el tiempo promedio para un trasplante es de dos o tres años, preferiblemente durante la primavera, nunca en invierno, pero en ocasiones la necesidad de trasplante se hace evidente por el ensanchamiento de la especie o el desbordamiento de las raíces que sobresalen a través de los agujeros de drenaje de la maceta, indicando que ha llegado el momento del trasplante.
Para realizar el trasplante prepara una maceta ligeramente mayor que la que tenía, preferiblemente de barro o terracota que conservan menos la humedad, coloca una capa delgada de grava en el fondo para facilitar el drenado y evitar encharcamientos, rellena con un sustrato permeable y ligero a base de arena de rio. Sujeta suavemente la planta evitando apretarla en exceso y utilizando guantes especiales o papel periódico para no pincharte y trata de aflojar el sustrato dando golpecitos con la maceta sobre una superficie rígida hasta que se desprenda, cuidando de que el cepellón permanezca lo más entero posible. Si observas que durante el trasplante el cepellón o las raíces han sido dañadas o rotas, deberás esperar entre diez y quince días para regar la planta y en cualquier caso, después de un trasplante los riegos deben ser reducidos solo al agua estrictamente necesaria, a fin de evitar que las raíces se pudran y la planta muera. Cuando los primeros signos de crecimiento aparezcan en la planta se puede aumentar un poco el aporte de agua, siempre con mucha precaución y permitiendo que el sustrato seque completamente entre riego y riego.