El mejor momento para trasplantar una orquídea es al inicio de su periodo de mayor actividad, generalmente entre invierno y primavera, después de que retoñen, nunca cuando estén floreciendo. Deben trasplantarse cuando ya están demasiado grandes para la maceta o cuando su sustrato se ha desintegrado y ya no reciben una circulación de aire adecuada para mantener secas sus raíces. La mayoría de las orquídeas viven adheridas a cortezas de árboles con sus raíces expuestas a la luz y el aire lo cual permite que estas sequen rápidamente, por ello para mantener una orquídea en una maceta el sustrato debe ser muy suelto y aireado para asegurar un perfecto drenaje. Con el riego y la fertilización el sustrato va perdiendo cualidades, se compacta y retiene agua por lo que se hace necesario sustituirlo cada uno o dos años. El trasplante de una orquídea es similar al de cualquier otra planta, respetando el hecho de que las orquídeas son muy sensibles y deben ser tratadas con mucha delicadeza.
Para trasplantar una orquídea primeramente debes remojar la maceta en que se encuentra el tiempo suficiente para suavizar la tierra y despegar las raíces adheridas, completando el proceso suavemente con tus dedos. Lava las raíces con agua fresca y corta aquellas que estén dañadas. Elimina los tallos, hojas y flores secas o estropeadas y trasládala a una maceta adecuada a su tamaño, preferiblemente de plástico transparente para permitir el paso de luz hacia la raíz, rellenando con sustrato nuevo humedecido. Puedes dividir la planta para obtener varios ejemplares y recuerda que las orquídeas requieren de macetas pequeñas para poder florecer.
También puedes trasplantar la orquídea a un tronco o corteza alejada de la luz directa del sol y con riego diario, amarrándola con alguna fibra natural por uno o dos meses hasta que las raíces se adhieran a la superficie.