El cultivo hidropónico o cultivo sin suelo se emplea frecuentemente para el cultivo de una gran variedad de vegetales, tanto en pequeños huertos domésticos, jardines y hasta en espacios interiores como a nivel industrial, obteniendo productos de altísima calidad y pureza en periodos de tiempo mucho más cortos y en cualquier época del año, proporciona a las raíces un nivel de humedad constante, independiente del clima, evitando el gasto excesivo de agua y fertilizantes y reduce considerablemente los problemas relacionados con enfermedades producidas por agentes patógenos del suelo. Su principal elemento de cultivo es el agua, por lo que requiere un sistema de riego adecuado.
Este tipo de cultivo, cada día más extendido y reconocido a nivel mundial y ampliamente utilizado en el diseño de jardines verticales, precisa recipientes que impidan el paso de la luz, con una profundidad mínima de unos treinta centímetros, que prevean el tamaño promedio de la especie a cultivar, donde se colocan disueltas en el agua las sustancias específicas capaces de aportar los nutrientes que cada especie necesita, provistos de un sistema de ventilación o una bomba aireadora para ventilar su contenido y un material como la piedra pómez que sustituya el sustrato sujetando la planta al recipiente y protegiendo las raíces de la luz y otros factores externos. Es importante ubicar la huerta en un lugar próximo a una toma de agua y donde reciba al menos seis horas diarias de luz solar, ya sea en paredes, techos, ventanas, balcones o terrazas.
Los cultivos hidropónicos domésticos van tomando auge con un sentido sostenible de aprovechamiento de espacios ociosos, como iniciativas para el desarrollo social entre la población urbana y obtención de alimentos sanos para consumo personal. Un cultivo vertical aprovechando el espacio de alguna fachada puede ser una potencial e interesante alternativa.
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